1/07/08

Dejar de ser Ernestos para convertirnos en Che


Por Javier De León
Para Ernesto Guevara todo inicia en 1951, cuando decide junto a su amigo Alberto Granado, iniciar la ruta por la Argentina, Chile, Perú, Colombia y Venezuela, que culminó a fines de julio de 1952.


Para mí, todo inicia a finales de los 90´s, cuando conocí al Che a partir de su puño y letra en “Guerra de Guerrillas” (1960), en ese momento al igual que Ernesto apenas empece a descubrir a una realidad de la que somos parte. Decidí, entonces, recorrer un camino que de forma permanente muestra los mismos contrastes, de una realidad, a la que Ernesto se abrió y palpo con todos sus sentidos.

De esa misma forma decidí experimentar el mundo con los sentidos bien abiertos para experimentar lo que otros habían iniciado ya. Al igual que Ernesto, el viaje me ha enseñado que en países como Guatemala es necesario tomar partido: de que se es o no se es, y de saber que uno no puede estar en contra de todas las banderas.

Esas cosas a las que me sometí con el rigor de la prueba de la realidad, se fueron confirmando y agrandando con el tiempo. El viaje me ha ayudado a entender que al mundo no solamente hay que entenderlo y conocerlo, sino sobre todo que necesitamos cambiarlo.

Al final del viaje de Ernesto con Granado y el principio de uno más grande (ya como Che), existe una imagen, que no es sino hasta ahora que la entiendo, esa cuando Ernesto deja el leprosario, en Perú, en la “mambo-tango”, ese momento cuando deja de ser Ernesto para convertirse en Che.

De ese tiempo para acá han sucedido muchas cosas. Su paso por la Guatemala de Jacobo Arbenz, México, el viaje junto a Fidel en el “Granma”, la Revolución Cubana, la guerra de liberación en el Congo y su muerte en Bolivia. Son precisamente estos hechos los que le han otorgado al Che un lugar en nuestra historia.

Pero además, como bien lo señala el nicaraguense Sergio Ramírez, respecto a legado del Che “existe la tendencia a simplificar el pensamiento del Che. Con frecuencia se afirma que defendió la lucha armada como el único camino, en expresión concreta del voluntarismo que le dominaba. Por lo cual, cabría preguntarse: ¿si el reduccionismo, el empobrecimiento teórico, no mutila la aportación ideológica del Che?”. Pero sobre todo existen sobre el pensamiento y acción del Che “deformadas interpretaciones”.

Del Che, tengo el ejemplo de su profunda convicción por la revolución y el socialismo. También aprendí su espíritu rebelde y antidogmatico, a no ceder por la construcción de una alternativa al capitalismo. A pensar, repensar y reflexionar sobre nuevas formas de lucha y de socialismo.

En Guatemala, la revolución esta tan lejos y tan cerca. Como dice Ramirez “Para tener éxito en tales empresas no hay que convertir al Che en un dogma, hay que desmitificar al Che para que siga combatiendo”.



Para mi, necesitamos dejar de ser Ernesto (os, as) para convertirnos en Che, lo cual implica tomar partido por las cosas, aprender a ser útil, a hacer lo que hay que hacer y no lo que debemos, a ser verdaderos amigos.

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