Por: Alejandro Urízar
Lamentablemente las universidades latinoamericanas de hoy están lejos de ser sujetos de cambio. El abandono de ese rol no se debe únicamente a la represión política sufrida durante las guerras civiles o al reciente embate neoliberal contra las universidades. Primero, es preciso señalar que la historia registra grandes coyunturas en las que confluyen factores que favorecen o perjudican determinados procesos. En los sesenta y setenta el ascenso de la izquierda favoreció el rol de la universidad como sujeto de cambio, mientras que en los ochenta y noventa el reposicionamiento de las derechas perjudicó ese rol. Segundo, los resultados de la reforma fueron parciales y la universidad de masas fue siempre una utopía. Aunque las universidades abrieron sus puertas, condiciones estructurales mermaron el ingreso masivo de estudiantes. Así, mientras la represión contra la universidad fue la consecuencia visible de aquella coyuntura, el embate neoliberal es la respuesta ante la crisis de la universidad de masas y la consecuencia visible de una nueva coyuntura.
Recientemente estudiantes sancarlistas se reunieron a discutir sobre el quehacer de la Universidad en la actualidad. El motor fundamental del foro era evidente: la necesidad de retomar el rol de la Universidad de aquellos años. Lo que no era tan evidente era cómo retomarlo y menos aún la redefinición de nuevos roles y quehaceres adaptados a una coyuntura distinta. Sin duda, la celebración de estos eventos es positiva; sin embargo, no sustituye un debate pendiente que atañe a todos los sectores de una sociedad, la discusión sobre qué universidades necesitan los países latinoamericanos para impulsar y sostener los cambios necesarios para el desarrollo.
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